“¡Cholooo..., cholooo vamos a la mingaaa...!”
Poncho habano, lampilla al hombro, de raudo caminar
va Fashto Quispe, desafiando las pencas y los quengos empinados y en cada loma repite su pregón: “¡vamos a la minga!”
En una humeante choza, cundushado junto al tendal,
el cholo Bashe, mascando chochos con pelona:
“voyme a las papas china púrate el cushal yes solalto”;
y el eco resuena: ¡Vamos a la minga cholos, vamos a la minga!
Ya la luna es adulta, bostezan las flores su fragancia;
en el horizonte las simbas de maguey besan el azul;
las cushipas silban; una curramaña coquetea al viento
y los gigantes copos se extinguen por el sol.
Certero un lampillaso desflora el fecundo vientre;
pare la madre tierra sus frutos salvajes;
se esconden los churgapes cungueando sus cuerpos,
y la verdolaga sacude el shullay.
Minga de papas, andina sacra y antigua;
en ella conoció la corota Shana al cholo Rafa;
hoy carga el pesado quipe, fruto de su amor
que será algún día su shauga y peón.
Avanzan los mingueros cual andara humana,
curcunchos, curcunchos, doblando el shaiguro
hurgando entre los shilches y las champas
y regadas quedan en el surco las papas de bros.
Atrás van las chinas recogiendo y seleccionando
en alforjas rayadas y en sus rebozos negros;
mas al oír de un cholo algún piropo artero,
responde a tal agravio a cambulazos.
Cosechas de papas recuentro de parientes y yanasas.
“Velay aquí unos rocotitos, sáqueste su lapa”,
“vendameste un almucito de mis cainas, le traido su leña”;
son frases que en la cosecha de papas se oye decir.
Amarrados a un ushco se cashcan mutuamente
dos burros templinos que enjergados esperan
el saco de papas, un saco de lana pamboso ,
que les pondrá su amo sobre sus matosas guashas.
Abajo, al pie de la chacra, con ojos llorosos por el humo,
la Cata y la Tioda atizando las carcas y urdiendo el chisme;
el chiclayo verde que es para el ají, se está sazonando
en una olla sherca, una olla capina muy junto al perol.
Cuando se agigantan las sombras de la tarde,
sacadores, recogedoras, todos cargan sus cuiras y sus shullos;
empalidece el sol, vuelven a casa y sólo queda
el fiel motoso aullando su dolor junto a la parva.
Eugenio