Convencidos de amor buscaron Patria.
Llevaron partituras en sus bocas
y abrazos tan extensos como el río
que siempre desbordaba.
Se sentaron a oírse con los ojos del alma
y fugaron del mundo a forjarlo entre almohadas.
Se ofrecieron caricias de bondad y esperanza
y entre pobres y niños fueron mejilla y lágrima.
Anduvieron descalzos,
parecían tan ricos que vergüenza les daba,
presentarse pudientes, de calzado y palabra.
Por un tiempo sembraron multitudes de verbos
a enraizarse en la tierra de derechos eternos.
Pero un día el infierno, General de unos pocos,
les quemó las cosechas
los sacó del intento.
y les dío una paliza como a modo de ejemplo.
Y ahí están desde entonces: Utopías sin nombre. Y Silencio.