Siendo amantes
sólo en periodos;
no hubo más.
Clima fue plazo
a horas de encuentro,
de alas erguidas
frente a un espacio.
¡Valga ese amor!
Algodones apretados,
rebosantes.
Hacen se abran,
surgan extendidos.
Al mojarse con el agua los senderos,
de elixir, cual es la vida, que bebida,
las raíces engrandece ¡ya penetre!
Alimenta todas bocas,
-que son muchas-
y despierta...
a las manos que los cogen.
Los paraguas son atletas laboriosos,
tanto bajan como suben,
su gimnasio y muscular,
es la calle cuando esquiven;
con un ágil decidir
un lugar donde caber.
Quizás ganen un concurso
y millones de caricias
-bien seguidas caigan hoy-
como premio a su nostalgia,
y a su amor por gotas de agua,
que agradable les mojó.
Aseados por la lluvia,
de textil impermeable,
si se extienden nos protegen,
resguardando mientras cubren.
De las nubes cuando estallan,
de las lágrimas del cielo,
aunque sea hecho su puño,
de madera o de metal.
O estuvieran estampados
con la gracia de dibujos,
o bien lisos acogieran,
-fuera sobrio o bien vistoso-
estupendo colorido
cual reluce sin el sol.
¡Los paraguas cuchichean!
por las gotas recogidas
y es la esgrima su deporte.
Sus espadas ya chocaron
al rozar ajenas puntas,
con el filo ya pulido,
del delgado bastidor.
En las manos de jinetes
cuales locos se agitaban,
con zapatos que galopan
deslizando malabares,
al correr por el paseo,
entre charcos que salpican
y el brillante les sacude.
Enzarzados en cruzadas
o en reposo de trastero,
entre ropas harto antiguas
quieren manos, compañía,
rescindiendo soledad.
Son tan pocos los minutos
de humedad por exprimir,
que en el sí de su existencia,
erotizan a tormentas
hasta en tiempo de verano,
para el trueno alto relinche
y un gran rayo diera luz.
Por danzar en este trance,
que es de lluvia juguetona.
318-omu G.S. (BCN-2011)