Ayer estuviste en la plaza de mercado
para llenar tu canasta de trenzas azufradas
con las aromas y la fertilidad del trópico.
Después de una semana de vaivenes y trabajos
para animar el gesto hoy,
al levantar los ojos hacia la alacena
con una voz delgada y dulce como la flauta
entre el murmullo de lluvias que caían
sólo te atreviste a musitar:
El fogón descansa sin oficio
porque se extinguió el viento del manjar.
Yo no tuve otra respuesta que admirar
el silencio de los cielos ante la voracidad
mientras tú inclinabas delicada tu cuerpo
y con tus manos de tersa piel de orquídea
servías las rebosantes tazas de alegría
que llenan el unísono compás de corazones
entrenados entre los fragores fríos del amor.
Efraín Gutiérrez Zambrano