Una llamada urgente,
un grito desesperado,
de muerte.
Enseguida
salí corriendo tras el grito.
Busque a mi derecha, y nada.
Doblé la esquina sur, y no lo hallé.
Entonces dije:
tengo que revisar
cómo va vestido
De qué color.
Fui al cajón del armario,
y encontré solo dos
o tres prendas grises,
y una camisa negra deslavada,
un peine, y
Sobre la repisa,
un retrato
un rostro sin mirada,
vacía,
sin esperanza.
Entonces me angustié,
bajé a tumbos la escalera
y marqué un código de e-mail
que aparecía en el directorio.
Lástima no está en línea.
Qué haré…
aun puedo oír su grito,
pero yo no puedo responder,
no está ahí.
Ni siquiera me conoce,
cómo querrá entonces saber
Lo que le puedo decir.
Una vida se extingue,
se percibe en el viento su rumor.
El grito es lo único que queda de su horror.
Ese es el peligro de mirar
solo hacia adentro.
Cuando está tan lleno de dolor.
Quieren morirse los que están naciendo,
qué hemos hecho nosotros los mayores.
Qué mundo estamos dejando
a las generaciones.
Qué triste que al hablarles no nos oyen.
Solo queda un recurso en esta noche.
Orar.
Interceder.
Si el propósito de DIOS es firme en su vida.
Se salvará...
¡Jesús venció a la muerte!