En noches frías y oscuras como está,
rodeado por la oscuridad y el silencio,
cierro los ojos y a mi mente vienen aquellas épocas
cuando el sudor de nuestras frentes empapaba la tierra
y perfumaba el viento con la sal de nuestro sudor y nuestra sangre....
Evocó aquellos días cuando un grupo
de sólo unos muchachos renunciaron a todo
por ir en busca de un sueño,
cuando dejamos atrás familia, amores,
amistades para convertirnos en hombres...
Renunciando al ayer para formar un solo puño,
un puño de acero que soportó lo inaguantable,
cuando la soledad y la nostalgia golpeaban inclementes....
Mientras afuera un mundo nos esperaba,
nosotros, ese puñado de aguerridos hombres
éramos forjados al calor de un incesante sol,
como el herrero en su fragua transforma
el impuro metal en una sólida espada...
Cuando aquella plataforma,
esa mole de concreto, mudo testigo
de aquellos interminables días en
que el sol quemaba nuestros cuerpos
mientras pecho a tierra fúndia
la carne de nuestros puños con el ardiente pavimento...
cuando el frío cruel y despiadado
penetraba en la sangre calando hasta los huesos...
Hoy recuerdo con nostalgia aquellos tiempos
cuando dejamos atrás egoísmos e individualidades
para convertirnos en una hermandad forjada a sangre, fuego, sudor y lágrimas...
Hoy recuerdo aquellos días cuando
el sudor de nuestras frentes empapaba el suelo
fúndiendonos con la madre tierra y el cosmos
volvía nuestras carnes magras en acero,
cuando fuimos invencibles.
Cuando en noches como éstas fuimos
un solo puño, y fundidos a nuestros fusiles
inscribimos nuestros nombres en las estrellas,
flanqueando lo infranqueable, venciendo nuestros propios límites
y nos convertimos en hombres de honor...
Porque alguna vez hicimos lo que parecía imposible
y emprendimos este camino,
cuando nos convertimos en hombres de honor,
porque en noches como éstas fuimos de acero,
porque alguna vez fuimos cadetes