En la cúpula de aquella vieja iglesia,
Está enclavada una humilde cruz;
Donde un día frente a ella me juraste,
Que si alguien me amaría, siempre serías tú.
Hoy he vuelto a pasar frente a la iglesia,
Viendo sólo la efigie de la cruz;
Pues aquel juramento que me hiciste,
Se quedó como luna eclipsada, pierde luz.
Yo recuerdo y con lujo de detalles,
Tus palabras y aquel beso traidor;
Que pensé me darías, cada noche, cada tarde,
Cada día antes de irse el sol.
Solo queda un hombre ilusionado,
Por palabras elocuentes de amor;
Y en aquella vieja iglesia no muy tarde,
Espero verte pidiéndome perdón.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita