Denielig

Amor En Silencio...

 

Salió de su casa, con un dolor pesado en el alma. Sus pasos vacilantes y sin rumbo, la llevaron hasta el único lugar que tal vez podría ofrecerle un refugio, un lugar donde las penas  quizá fuesen mitigadas por la comprensión y el amor.

 La puerta se abrió y no hubo preguntas, solo la silenciosa bienvenida de unos brazos abiertos y dispuestos a ofrecer todo lo que el mundo le había negado.  Se miró en aquellos ojos que le recordaban la profundidad del océano, y el verde intenso de las hojas los árboles en primavera. Pero donde veía reflejado su propio dolor. Eran ojos que habían vivido y habían sufrido, y a pesar del velo de la tristeza, aún eran capaces de transmitirle un silencioso mensaje de amor.

Se refugió en sus brazos, mientras él acariciaba sus cabellos, con una delicadeza más allá de la que por naturaleza lo caracterizaba. Sus lágrimas se perdieron en su pecho, absorbidas por una piel que solo deseaba hacer suyo su dolor. Por un momento todo el abandono pareció desaparecer, se sintió segura y algo parecido a la felicidad, recorrió su cuerpo.

De pronto fue consciente de que tal vez no había sido tan buena idea buscarlo. Aquel era un hombre, que a pesar de mirarla con ternura, normalmente lo que podía verse en sus ojos, era una tormenta gestándose tras ellos. Era de sentimientos intensos y violentos, y había dejado claro, sin lugar a dudas, cuáles eran los que albergaba por ella. La había amado en un secreto a voces, y estaba dispuesto a matar o a morir por ello.

Se preguntó cuántos podían decir lo mismo, cuántos habían ignorado su amor, cuántos habían transgredido la línea de la ilusión y habían convertido su vida en un infierno.

Una irresponsable inconsciencia se apoderó de ella, y sin oponer resistencia, se rindió al poder de esa mirada y a la intensidad del beso. Una oleada de calor recorrió sus venas, al tiempo que la dejaba sin fuerza y abandonada al avasallante reclamo de sus labios.

Él, a pesar de estar haciendo lo que había deseado siempre, a pesar de que tenía en sus brazos la oportunidad de hacer realidad, lo que hasta ahora solo había pertenecido al mundo de los sueños, sintió como se encendía una luz de alarma en ese lugar pequeño donde se alberga la consciencia. Con dificultad controló la tempestad de sentimientos largo tiempo reprimidos, y que amenazaban con hacerlo perder el juicio. Recordó que seguía siendo ajena. Con gran esfuerzo, y un dolor mayor aún, separó sus labios sedientos de los únicos que podían calmar su sed, en beneficio de una lealtad, cuyo ejercicio llevaba mucho tiempo practicando, aunque cada vez estaba menos seguro de que valiera la pena. 

Por un momento, para ambos, el mundo pareció tambalearse, necesitaban permanecer aferrados el uno al otro o no tendrían la fuerza para permanecer de pie. Una vez que todo dejó de girar, los pensamientos pudieron reordenarse y ser expuestos en forma coherente.

 

-          Sabes que no es esto lo que quieres  --  dijo con voz áspera

 

Con un movimiento brusco, mucho más parecido a él, se volvió y se dirigió a su mesa de trabajo, sumergiéndose en su mundo virtual, desde donde dirigía las vidas de mucha gente. 

De pronto se sintió abandonada de nuevo, sabía que en el fondo él tenía razón, pero era la última persona por la que esperaría verse rechazada. Una variedad de sentimientos se mezclaron en su interior, ira, dolor, culpa  y la necesidad urgente de sentirse querida.

 

Una especie de locura momentánea se apoderó de ella. Caminó con decisión y con una peligrosa mirada, que él por experiencia sabía, sería insensato ignorar. 

Mientras la miraba acercarse, se preparó para el desastre. En los escasos minutos transcurridos, entre su separación y aquella amenaza que caminaba hacia él, creyó haber estado sufriendo los horrores del infierno, tratando de controlar el deseo creciente, y que se manifestaba de forma muy visible, pero ciertamente no era nada en comparación con lo que se avecinaba.

 

Sin darle tiempo a nada, llegó hasta él y colocándose tras su espalda, deslizó sus manos desde sus hombros hasta su pecho, y en un enloquecedor susurro le habló al oído. 

-          Dime que realmente quieres que me vaya  --  le dijo

 

El mundo comenzó a girar de nuevo. No sabía si estaba más furioso con él por no poder controlarse, o con ella por hacerle aquello. Se levantó y la sujetó con poca delicadeza por los hombros. 

-          Esto no es un…

 

Pero sus palabras se perdieron en algún lugar inaccesible de su cerebro. Cualquier clase de control que hubiese intentado ejercer, habría sido inútil. No supo si el descendió o ella se elevó, o si ambos movimientos coincidieron, lo cierto es que sus labios se encontraron a medio camino entre la locura y la razón, ganando la primera, esa injusta batalla. 

El beso pasó de apasionado a salvaje, convirtiéndose en una violenta caricia que reclamaba dominio absoluto, y despertando en él los instintos más primitivos. Besó y mordió aquellos labios, que se le habían ofrecido voluntariamente. Cuando sintió el sabor a sangre en la boca, se separó y la miró alarmado, y elevó un dedo hasta los labios lacerados.

 

-          No… 

-          Tú no puedes amar de otra forma  --  lo interrumpió ella, y con una sonrisa que era la imagen de la lascivia, lo atrajo de nuevo

 

Aquella mujer realmente lo estaba torturando a consciencia. Perdió la noción del tiempo y el espacio, y se dedicó a invadir y explorar cada rincón de aquella boca. Deslizó sus manos por debajo de la blusa para acariciar la piel que había convertido sus sueños en pesadillas.  Se separó y la miró de nuevo. 

-          Debo detenerme ahora, o no podré dar marcha atrás  --  le dijo

 

Pero ella solo acercó sus labios de nuevo y murmuró sobre ellos enloqueciéndolo con su aliento. 

-          ¿Me has escuchado quejarme?

 

-          Nena, ten algo de piedad…  --  murmuró casi sin aliento

 

Sin embargo, no era piedad el sentimiento que la movía en aquel momento. No supo cómo ni en qué momento habían llegado hasta la cama, pero allí estaban y sus manos no habían dejado lugar sin acariciar. Su boca se cerró sobre un pecho enhiesto, mientras sus manos viajaron más de prisa cuesta abajo, hasta llegar al punto exacto donde latía todo su deseo. Sus labios siguieron a sus manos, por el camino trazado con anterioridad y se perdieron en el mismo punto, mientras su lengua se internaba en aquel valle que había constituido sus más locas fantasías. Un gemido ahogado y unos dedos enredados en sus cabellos, lo hicieron perder el poco control que le quedaba y con una intensidad que rayaba en el salvajismo se hizo su dueño, arrasando con su deseo todo recuerdo y toda caricia que lo hubiese precedido. Aferró sus cabellos, la miró a los ojos gritándole con la mirada su amor en silencio, y con un beso intenso completó el viaje hacia esa nada que podía convertirse en su cielo o su infierno.

 

 

 

 

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