ODA A ARGENTINA
PAYADA AL MODO ARGENTINO
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En la pampa, raudo, el viento,
entre las sombras oscuras,
recorre viejas llanuras
hacia un brillo ceniciento.
Pronto ha de ser firmamento
la llama que, con derroche,
llena de luces su coche
y enciende, claros, sus rayos,
por donde van sus caballos
llevando su heroso broche.
Y luce el oro radiante
sobre la plata argentina,
y su fuego se avecina
y se enciende en un instante.
Se derrama, delirante,
como la nieve y el hielo,
esa luz que, desde el cielo,
da vida a las buenas gentes,
hombres honrados, valientes,
aunque faltos de consuelo.
Y donde el gaucho encendida
ve la luz de la esperanza,
siente otro mal que le alcanza,
si no le roba la vida.
Esa templanza perdida
que da dolor a sus ojos,
llanto al pecho, con enojos,
porque el hombre escarnecido
sabe, por cuanto ha sufrido,
llorar sus tristes despojos.
Una voluntad de hierro
el valiente necesita,
cuando la luz que se excita
no desciende en este cerro.
Ay, gaucho de Martin Fierro,
Ay, argentino que, ausente,
ves que ha llegado el presente,
y que no existiendo Dios,
os lo niega todo a vos,
que sos un hombre decente.
Vos, argentino, en verdad,
vos sos un hombre sin gracia,
que sin querer tu desgracia
y, sin fingida lealtad,
digo con honestidad
todo cuanto ha sucedido,
que, aunque no lo has merecido,
triste me admiro de verte,
que te han matado la suerte
no porque yo haya querido.
2010 © José Ramón Muñiz Álvarez