Hay que caminar derecho, en alto,
para no perderse en tu mirada.
Hay que verte profundamente, directa,
para zambullirse en tu alma.
Los juegos de la vid del destino
tranzados con el frio del invierno
Ese calor tránsfugo, inmerecedero,
que da vida al segundo actual.
Ese aire que te rodea, amigo
estático y vital, señuelo.
Así, la vida nos embraza,
como el viento, fluye, nos adelanta
una milésima de felicidad.
Ese segundo que es, ya fue.
Fuiste felicidad,
eventualidad rebelde,
ncontrolable, fugaz.
Mas ya no eres,
Vida perfecta,
y no me correspondes.