Cae la tarde en mis versos,
mientras la noche suspira
deshojando cada sueño
entre tímidas fantasías.
Te regalo las gotas de lluvia
que perlaron mi agonía,
y las suaves partituras
de mi ternura adormecida.
Y con el rubor de mis anhelos
se sonrojan mis madrugadas,
que hacen latir en mi pecho
la pasión de una niña enamorada.
Pequeño pianista
bello y musical,
musa que acaricia
mi eterna soledad.
Inauguras la belleza
de la tarde enamorada,
que compone entre poemas
una dulce serenata.
Como el sol muere en el ocaso
y el mar muere contra las rocas,
yo lo haría, niño, entre tus brazos
por el fuego de tu boca.
Y aquí, frente al mar,
sólo me lleva a recordarte
la ilusión de poderte arrancar
de mis sueños un instante.
Se estrella tu amor en mí,
tu imagen, tu pureza...
sin que yo pueda evitarlo
de mi corazón te adueñas...
y vas inspirando...
el deseo en mis poemas.
Ceci Ailín