- DOS DEL UNO DEL DOS MIL ONCE -
(Para Ana, indiscutiblemente)
Nos miramos a los ojos y nos reconocimos
en el restaurante de la calle filosa
y desmerecida con el plomizo lapsus
que barría el cielo descolorido.
Comenzaba el año y sonreíste única
arrebatando empeño al desdén futurible
que trajinaba a nuestras espaldas.
Eras la mujer más morena del mundo
porque ensombrecías el rictus de la tristura
y entre tus cabellos se armaban lianas
que extendían mis brazos impensables.
Jamás fue una deserción el sol,
la ofensiva de tus ojos proclamó noche
y nos sostuvo entre murmullos de escaparates,
fluorescencias de espumillones musculosos
y bolas doradas chispeando las cejas.
Encaramados en lo que deseábamos ser,
el abismo transigió en una esquina ignorada,
nos dejamos peinar por un sinfín de laureles
que callamos en un beso cuando menguó,
amor.