Quítame la venda de los ojos,
para mirar tu cuerpo hermoso,
y recorrer tus sendas, veredas,
tus llanos y tus praderas.
Déjame ser el descubridor,
de tus íntimos secretos,
como el navegante aquel,
que descubrió la América virgen.
Sumergirme en tus ríos,
de cristal sus aguas,
¡ay que hermoso manantial!
que tienes en tus labios.
Oídos mudos, labios sordos
y manos que hablan en silencio,
deseosas de trascender, en tu piel
ruborizada por las miradas.
Miradas de amor, esas que calan
y desborda pasión en cascadas
cuando aletean en flores bellas,
cual colibríes son tus pestañas.