Y es cuando piensas que se han sanado todas las heridas, es que estas comienzan a rasgar la piel, rompen el débil tejido, desgarran el alma, de tus ojos caen lágrimas, aquellas que prometiste jamás volver a dejar caer. Te encuentras solo en el fondo de la habitación, espasmos recorren tu cuerpo, como niño asustadizo te abrazas a ti mismo, no sabes que hacer, no encuentras una solución.
Cuando has pensado que ya no hay nada… que no habrá algo que te pueda dañar… esa pequeña daga incrustada en tu órgano vital se clava, penetra y te duele, no sabes que hacer, no sabes a donde ir, ni siquiera sabes a quien recurrir… y las lagrimas, amigo, las lagrimas no paran de escurrir.
Estas solo, te sientes solo, sin nadie a tu alredor, como si el mundo te hubiera dado la espalda, solo te queda dejar tu vida atrás, tomar un cuchillo y arrancarte los ojos, así jamás podrás ver, y las lagrimas de ellos dejaran de caer.
Solo apuñalarte, te queda, como la solución única y así dejar de sufrir, así dejaras de ver el mundo, el sufrimiento y el dolor, porque quien un día dijo “Cuando las heridas son tan grandes… llega un momento en que dejan de doler” no ha sentido dolor alguno y no podrá saber nunca, lo que es la desolación, aquello que en estos momentos, estoy sintiendo yo.