Oscura duermevela en que
en el fragor de las imágenes,
del sonido [de tu voz], de las
formas y de tus besos,
te veo en el vacío detrás de
unos párpados que marcan mi límite.
“Cada rosa tiene su espina”, pero tú
limaste la tuya. Aquella espina que
me lastimaba cada vez que tomaba la rosa.
En la penumbra del dulce sueño
Se confunde tu silueta con el humo
de un cigarrillo; se desdibujan los
límites de tu cuerpo y de tus labios
al besar, cual simetría deforme.
¡Llévame, dulce penumbra!
Llévame por lugares en que
mi alma vaya junto a la suya.
En que los minutos se transformen
en siglos y que el reloj de arena
fluya como si tuviera el peso de mil
playas encima.
Inagotable, eterno.
En que su cuerpo y el mío se unan
hermoso vaivén de caderas
de enamorados con ligazones como
las que ataron a una diosa y su amante
en su ilícito sensual.