Me gustan los puntos finales,
Siempre los he creído sabios, mi estrategia de huida,
darle vuelta a oraciones largas, a sermones, o a cuestiones.
Me gustan las noches más que los días,
huyo de la luz, como de la melancolía,
Una taza de cafe negro y Bécquer dan color mejillas.
Odio las manos llenas y los corazones vacíos,
si tropiezan conmigo, busco mi mejor abrigo,
y salgo a encontrarme nuevas travesías.
No me gusta la belleza, si no es extraña y subjetiva.
No sé de caminos rectos, siempre voy a la deriva.
Soy un punto entre el tumulto,
tú el tumulto, tus destellos,
No tengo nada bajo la manga, ni en los bolsillos,
ni entre los dedos.
Todo sale de rincones, hasta el verso más complejo,
y en mis hemisferios cerebrales a menudo se riñen
mis nervios y mis sentimientos...