catalina Nuno Arango Enero de 2003
Hoy, he atravesado lo último que ha quedado
de todas las cosas conocidas de nuestra vida:
aventuras de la ternura solicita y de piel acogida
en una sensación, un sentimiento siempre evocado.
¿Cómo hacer que las palabras no se hagan pasado?
si cada vez al ser expresado, en el olvido queda…
plasmada: allí, aquí; cual castillo de nubes, mar, arena
y sé irá, pasando el viento y no quedará lo expresado.
Todo de ti, te llama en mí: lo que es anhelado, lo que espera
que las almas infinitas vuelvan a ser la furia de las auroras,
el Ícaro que no desiste ante el cielo pendular de abrasadoras
instancias entre nubes y ramas donde tener una vida venidera
de seducción y ternura para al final, solo es una vela con su cera
desmesurada que no entibia suficiente el alma, porque es una alborada,
porque ya no se aman, solo los cuerpos se atraen en una mirada
evocada, tratando de alcanzar una vida perdida en la alameda.
Porque siempre tuvimos en los labios la dulzura en una ligereza
de sentimientos y emociones en la siempre complacencia desmedida
de fantasías, cariño, capricho, alevosías; por existencia desinhibida
porque así quisimos en el principio, sin pensar que iba a dar impurezas.
Nada más queda, las pieles todavía sedientas de otra piel hasta la desmesura,
hasta que la llama se vaya, en el viento cruzando otro umbral sin abreviatura
de alguna memoria de aquella hecatombe de instintos que nunca tuvo censura;
no hubo en los presagios de la piel ni en el corazón de alma nunca pura.
Después, seguro que después nos recordaremos, como la única aventura
que se amó entre cataclismo y ángeles desnudos, que siempre nos murmuraba
qué íbamos a hacer el día de mañana. Ese fue aquella mañana de endulzadura
que nos regocijaba en las madrugadas de un jilguero que morava en la altura…
© Reservado todos los derechos de autor. D. Valencia Tobón