Un matesito pa' refrescar los ojos adoloridos
Y llevar trotando una flecha de momentos al acontecer tortuoso de la mañana pétrea.
Una silla negra para recordar el olvido acaecido
Y dominar los pesados engranajes del tiempo abofeteado con manos de silencio.
Envolviendo los sesos ardientes en un pañuelo
fabricado con las alas que me regaló la noche materna,
me pierdo entre los vacíos cántaros que vierten aquel licor profano de oscuridad narcótica,
sobre mi estómago, sobre mis manos,
quemando, quemando para siempre el atardecer inhóspito de los días.
Soledad congestionada te vuelves odiosa cuando te aburres,
¡Vuela de mí!,
Bulliciosa tormenta fisiológica del pensamiento eterno.
Regálame de nuevo aquel piano monocromático donde solíamos dormir cuando niños.
¡Oh torturador verdugo de los verbos infinitos!
¡Desgrana los pensamientos y duerme mi boca maldita!