II
Las horas sucumben lentas en agonía,
con paso tardío que trastabilla en la cuneta,
mientras las pocas hojas danzan, suspendidas,
contrastando en las nubes plomizas piruetas.
Un sol cabizbajo vuelve a su dormitorio
y las cortinas de los comercios se cierran
buscando el amparo contra las noches
con queda sinfonía de almas desiertas.
El ocaso de templos y calles ajenas
se agolpa, de pronto, en mi pecho
porque todo lo nuestro te lo llevaste
en el último vagón de tu recuerdo.