Igual que ahora habité en tu cuerpo la primera vez,
En el tiempo desgraciado de los besos enmudecidos,
Cuando las manos rasgaban el lento pasó de las nubes
Sobre tu piel amarilla de salada primavera.
Igual que ahora tome con mis manos tus rodillas,
Y el sempiterno rito de los labios bendijo tus pies no tus piernas,
Entonces se abrieron extensas tus praderas para mí,
Y una ola de carne abrazo mi cuerpo herido.
Pero tu cuerpo herido también estaba,
En la sangre hizo falta la primera sangre,
En la boca hizo falta el primer beso.
¿Y el anhelo, hizo falta el primer anhelo?
Amada, ¿acaso te conocía mejor sin ti?
Entre nosotros siento que lloran nuestros cuerpos.