Noviembre tímido, adentrado en el otoño,
inmerso en el viejo tiempo, en un cruel cambio
climático, humano, reseco, saturado de sopor.
Noviembre perezoso, antesala del invierno;
te despiertan frescas mañanas teñidas de penumbra,
te saludan radiantes días recortados en la niebla.
Te observo atento y te entiendo, noviembre,
cuando avanzas día a día con aspecto inquieto y tímido,
como queriendo no dejar del todo el cálido pasado,
como queriendo alcanzar el camino de la copiosa Navidad.
Te observo, noviembre, y te veo como un viejo cabizbajo,
que, con serio aspecto, siente cómo se le escapa la vida.
Noviembre poético, inspiras cuando tu aire ventea
acariciando la cara de un cielo polvoriento y gris;
cuando muestras el crepúsculo detrás del viejo castillo
creando un escenario único en el teatro de la vida;
cuando pintas un paisaje, el decorado de la naturaleza,
lleno de misterio, teñido de un intenso rojo decreciente.
Me gustas, noviembre, cuando modelas el paisaje,
cargado siempre con tus contradicciones externas;
cuando riegas y doras las desnudas hojas de las cepas
transformando los verdes en amarillos, en rojos,
en ocres, en paleta irisada de pintores artistas;
cuando me inspiras, junto al castillo, en tarde triste.
Noviembre, adentrado en el otoño y un poco abrigado
en un tiempo alocado y confuso, camino del invierno.
Me inspiras sentimientos profundos, humanos y tiernos
cuando tu aliento me besa la cara y me humedece los ojos,
cuando tu imagen se me adentra en el fondo del corazón.
Me gustas con suave y tibia frescura, noviembre.
11 de noviembre de 2006
Pau Fleta