El hombre hacía la sombra.
Le venía bajo un palo santo temblores del rayo y la miseria.
Supo del miedo y del amor angelicado sin carne de palomas.
Enfrentó leones, tomó bandera y se opuso macizo a la hermosura.
Padeció la visión descolorida.
Ciego al occidente no hallo espera y en oriente pensó la guerra más ignorante.
No quedaba agua sin sangre.
No había piedra inmaculada para el descanso.
No tenía sueños, sin altares ni camino estaba solo y sin semilla.
Espada y pensamiento, eran instrumentos de su falsa arquitectura. Levantó paredes ominosas, - sin saberlo -, la cárcel de la fruta:
Su jaula idiota.
Cuando vertical de luz, giró arrepentido en la esquina del buen ánimo con el destino, lloraba el atropello de la paz y su alegría.
Ampollado su discernimiento, desvistió la culpa, en la penumbra de su fantasía. Sin ropa ni llaves, lucía la esperanza del Hombre Nuevo.
Entonces, respetó su fuego y quitó el jazmín de las hornallas.