El regaño siempre era
un castigo moral
con mirada certera
de autoridad paternal.
Un regaño de castigo
era firme sentencia
y te dejaba dolido
a cumplir penitencia.
Recuerdo con nostalgia
los regaños aquellos,
que amoldaron mi alma
cuando era un pequeño.
Alejandro J. Díaz Valero