ÉRAMOS
Terráqueos, éramos penúmbricos de umbría,
un tanto paralíticos en el humus de lo humano,
Parsifales sin Grial que alumbra el cielo,
ausentes de sol, de luz y otras cumbres.
Corría el tiempo vientre abajo de uno mismo
con salitres de atrofia metafísisca,
trasladábamos los olvidos de un lado a otro
como si fuesen mesas para todo
sillas de sentarse o estar de pie
o una cama de muchas correrías.
Padecíamos de una cosmética coetánea
de decolores insólitos y súbitos,
semejábamos fregados con lejía
por eso deshojamos los espejos
Para no asustar las muñecas de las niñas.
El lugar era crítico por lo hondo,
estrecho por los lados de la intriga,
un poco venido a menos en su espacio
por asuntos de muchedumbre sin control.
Por aquel entonces
jugábamos a descosernos las miserias,
a regalarnos pelotazos de pestañas
y a besarnos con las puntas de los dedos.
Yo conté sobre treinta por lo bajo,
más arriba no corrían bien mis sumas
porque nunca dispusimos de escaleras.
Mis vistas daban al mono azul del carpintero,
y al lacito verde de su hija,
al reloj parado de un muchacho
y a la alpargata negra de una vieja.
Éramos una comunidad bien avenida
y trabajábamos en la tristeza del silencio
como otros en la silicosis de una mina.
Al principio tuvimos miedo,
miedo a revocarnos con presura
y a perdernos en los laberintos de los ceros,
pero pronto aprendimos las raíces de las plantas,
la verde interacción de las gramíneas
con nuestras sangres desnudas, estancadas,
con nuestros escombros de piel y gelatina.
Poco a poco acudieron las hormigas, los gusanos,
a tocarnos los genitales, las narices
pero nadie protestó por estos vándalos
porque eran actos de trascendencia natural.
Los platelmintos dieron cuenta de mis ojos,
los anélidos engordaron con mis vísceras
y al perder todo rastro de mi rostro
me sentí igual de calavera que en la vida.
¡ Ay, esqueletísimo de mí,
tan blancucho en sus calcios,
tan clavicordio en sus huesos !
YO QUERÍA
Pero ¿ cómo acabamos aquí,
enterrados como perros con la sarna
en una fosa vecinal absurda y timorata
como un bobo en medio de dos nos,
sin tumba abierta al público como manda Dios ?
Yo quería ser rezado al borde de mis tímpanos,
de mis huecos auditivos,
al otro lado de una lápida
con mi nombre exacto en su centro,
con las fechas de mi vida y de mi muerte,
con un epitafio de sintaxis estupenda
y no de lejos como rezado por los pájaros.
Yo quería que me visitasen mis hijos,
mis amigos, mis parientes, mis deudos,
hasta mi ex – esposa, la lagarta,
que me la pegaba con mis compañeros de trabajo,
¿ por qué no ?
Yo quería decirles a mis hijos:
¡ Eh, Gustavo déjate de tanto ir de puta en puta y búscate una novia !
¡ Eh, Ismael, ólvidate de las tragaperras y ahorra un poco !
Yo quería decirles a mis amigos:
¡ Crápulas, ya queda menos para vernos, que el tiempo corre para todos !
Yo quería sentirme florivisitado por hortensias mayorales,
por clavelinas de glasé y rosísimas al grill.
Yo quería que me trajearan de festivo,
que me calzaran con zapatos de charol,
que me maquillasen las ojeras,
que me taponasen los orificios pudendos
para evitarme las vergüenzas superiores.
Yo quería descansar, dormir mi pedazo de eternidad
en un féretro de pino, unipersonal e intransferible,
en un nicho del camposanto municipal
como todos los que pagan sus impuestos,
Yo quería un velatorio de lágrimas falsas y correctas,
con abrazos, pésames y otros asuntos generales
tan bien compuestos para las despedidas cósmicas,
para los adioses multilaterales y milimetrados
para las muertes por lo civil y lo eclesial.
Yo quería palabras canónicas de los morados hábitos,
versículos acústicos y torrentes de rosarios.
Yo quería morirme en la cama o en el bar como un buen cristiano,
y no así, aperrado entre los horrísonos de la guerra,
en una matanza de medio pueblo
cometida por obra y gracia paramilitar,
estos patéticos de caqui,
estos señoritos del fusil,
estos tocagüevos sin escrúpulos
al servicio de otros más funestos y estratégicos,
cúbicos en la diástole, desrazados en lo humano,
predicadores de verbos sin amor.
¡ Maldita sea la turbulencia monetaria,
los tañidos del billete, el réquiem que concierta la codicia !
¡ Malditas sean las armas en todas y cada una de sus expresiones !
¡ Malditos sean aquellos que la portan, que las venden, que las miman,
las engrasan, las disponen, las exhiben y las hacen tropezar con sus iguales !
Yo quería morirme sólo, sólo yo, a solas con mis lágrimas,
con mi corazón de pronto estropeado,
con mi corazón sin voz, mudo de pecho,
con mi corazón sin quicio, solo y cerrado.
Yo quería morirme sin la masa y de viejo
yo quería ser sin genocidios bien enterrado.
Yo quería…
BUSCO Y EXIJO
A tres metros de profundidad
duelen los huesos mal colocados,
las clavículas al borde de los pies,
y las rótulas revueltas con los cráneos.
Duele el desaire, el peso de la tierra sin oxígeno,
y la lluvia que se filtra mundo abajo.
Busco una anestesia contra el odio,
entre cadáveres de obreros y muchachas,
busco un sedante que me aturda
tanta rabia feroz contra la rabia,
busco una razón contra el desastre
entre tanto espectro y ectoplasma.
Exijo un antídoto contra el hombre,
ese vil asesino y su desalma,
exijo para la niña dos ojos nuevos
con pupilas azules de mar salada
que le tape la locura de los huecos,
y que la lleven a mirarse en una charca.
Exijo otro mono azul para el obrero,
sin tanta sangre viril y tanta mancha,
un martillo poderoso de buen acero
para que rompa cadenas y levante casas.
Exijo un reloj que ande para el jovenzuelo,
Para la vieja enjuta mil alpargatas,
Y para mí, para mí tan sólo quiero
que me devuelvan mi par de gafas.
SOMOS
¿ Qué somos ?
Ni huesos somos
sino polvo sideral de los olvidos,
carencias volando por las nieblas,
sombras absolutas,
negritud matemática,
infierno pobre,
tétrico exterminio,
desmemoria,
desintegración moral,
líneas microscópicas,
vacío de los círculos,
nada, exactamente nada,
silencios, eso,
somos el mus de los silencios.