En mis serviles manos,
Ardiente y ermitaño,
El Legitimó mi labia,
Fue testigo y culpable confeso,
De las locuras nunca vistas,
Ella al repararlo sincero y loco,
Lo arrinconó a argumentos y lo desarmó,
Él se asiló en el suelo,
Gimió llenando su espacio de desconsuelo,
Huyó de mí,
Y incluso hasta este instante,
Dicen… que solitario y errante,
Aun no despertó...