¡Que cosa, de no creer! , entre al taller de mi vecino, si se desean malos olores, ruido y polución, en ese lugar se los puede encontrar. Es un taller de arreglos de autos (carros) se pintan y todo lo demás.
Allí estaba, en una pequeña habitación, techada a medias, dentro de un rollo de alambre tejido que pendía de un cable atado a una biga de hierro , que era el soporte del techo.
El pequeño nido, de escasos y finos palos, se balanceaba con su metálico entorno, al compás del intruso viento.
En el, un suave y diminuto plumón color tierra, de vividos y oscuros ojuelos me observaban sorprendidos, sin duda la razón era que yo no era habitué del lugar, de todas maneras tuvo la confianza suficiente y se quedo.
La paloma y su nido, ¡Si señor! , claramente se podía observar desde abajo a través del tejido y del escaso nido, sus huevos como dos pequeñas perlas blancas. Uno de los empleados me comentó, que ya había sacado una yunta de polluelos anteriores, que crecieron rápidamente y muy bien.
¡Si señor! como se adapta la naturaleza, a sus necesidades en el medio ambiente,
¿Por qué pasa esto?, ya que estas aves antes, rara vez se veían en la ciudades, solo se podía observar con frecuencia en los campos , en los montes, bien digo antes, porque esos campos y esos montes ya son desiertos, o le falta poco, el hombre en su voracidad por los bienes y el dinero, correspondiendo a la creciente demanda demográfica, no perdona nada, no deja nada, ni un triste árbol, para sombra del caminante, lo que no es cultivable hoy, seguro que es arena, sin duda, su pronto fin ya está escrito.
El cielo se oscurecerá, el aire será difícil de respirar, la creación del hombre será chatarra, no se escucharan ya ruidos de orígenes metálicos, solo el canto del intruso viento, tocando antiguas canciones, en los timbales de los oxidados tejados.
No mas vida "inteligente" solo un pequeño plumón color tierra, dándole de comer a sus polluelos, penderá de aquel derruido techo, ¿De donde conseguirá el alimento para sus hijos, no lo se? pero si se que lo hará, que allí estará, y cuando regrese el sol del nuevo mundo, sobre la astillada y muerta pantalla, de un costoso y gigantesco televisor, cantará la paloma, su inteligente e instintivo canto de respeto por la vida.
¡Y porque no! , con una reverdecida ramita de laurel en su pico.
L.M