Deambulando una noche por los barrios oscuros
de tugurios oscuros con tétricos fantasmas
las vi ahí sentadas llamando a sus clientes.
En sus rostros la angustia el dolor
y hasta el miedo que tratan de ocultar
bajo máscaras hechas
de sombras y de luces de polvos y labiales
de sonrisas fingidas que mas parecen muecas
del asco que les causa esa terrible suerte
que las llevo a las calles a venderse dolientes
por una vil tarifa que debe compartirse
con ese macho odioso\"que les cuida la vida\".
Quienes son sus clientes: borracho sucios,
vagos que ya nadie recoge en su lecho de amor;
viejos lascivos viejos que las buscan a diario
para satisfacer lujurias y sus horribles vicios.
En sus ojos hay llanto, dolor desesperado,
recuerdos de amores, que aún no han borrado
de sus noches de hastío, de dolor y de miedo.
Angustia vi en sus almas, de saber su destino
envejecer al pie de un motel purulento.
Caminando una noche por mi ciudad sombría
al ver su cruel destino lloré de impotencia
pero tal vez verguenza de no haber hecho nada
porque las cosas cambien.
Mi espíritu rebelde grito en mis silencios
por la terrible imagen de dolor y de miedo
de aquellas prostitutas que ven pasasr su años
al pie de un motel de un tugurio olvidado,
como los hay y muchos en mi ciudad nocturna,
en mi ciudad doliente.