Qué sumiso el mundo en el que vivo.
No se retracta el sufrimiento ni el dolor.
Dónde quedan las lágrimas de inexistentes dichas.
Tales desgracias interminables pese al dolor.
Desconozco sus principios, metas y mentiras,
Ni el suplicio, ruego u oración acabará.
Ahora el invierno hace que tiemble al escribir,
más lo nervioso que resulto ser siempre…
Extraño la amistad que el viento me brindó,
La caricia queme daba al intentar consolarme.
No podía más y más pudo “el rencor”.
Qué pena la mía al sentir tristeza.
¿Otra vez, inspiración? ¿Otra vez te vas?
“Ayer, que decidí estar libre,
me gobernó el tiempo.
Hoy, que no decido,
me gobiernas tú.
Pronto tendré que dar mi golpe”