Tu también, como las otras, flor de loto,
me seduces con tu olor tan exquisito,
me conviertes de tu vida un fiel devoto,
llenas todos los más altos requisitos
que cualquiera pueda rígido pedir.
Pero sé que aunque te quiera has de partir,
provocándome dolores infinitos.
¡Y vendrás, como la brisa del verano,
con un toque que yo juzgue sobre humano,!
¡saturada de un olor a madreselvas!;
pero sé que aunque acaricies hoy mis manos,
llegará el día en que te marches y no vuelvas.
Hoy me invitas seductora a poseerte
y a sentirme cobijado en tus abrazos,
pero sé que aunque me duerma entre tus brazos
he de hallar, en el futuro, en ti la muerte.
¿Por qué insistes con fantástica rudeza
a que coma de tu vida el rico el fruto?.
Porque sé yo con mayúscula certeza
que mañana tendré atada al alma un luto
que me llene el ser entero de tristeza.
Has llegado cuando reina en mí el complejo
y no existe más que atroz melancolía.
Tú eres joven, en tu vida brilla el día;
pero yo, cada vez más me vuelvo viejo.
¿Qué dolor he de encontrar por esta dicha?,
¿Cuál será el padecimiento de este anhelo ?,
porque sé que ha de sangrarme la desdicha
cuando partas y me quede sin consuelo.
¿Por qué robas la quietud que hay en mi vida,
reviviendo mi pasión, ya casi muerta?,
porque al irte dejarás mi alma desierta
y mi loco corazón tendrá una herida.
Deja, pues, mi alma enclaustrada en esta paz,
donde sólo la razón y la cordura son mi dicha;
porque sé que en tus amores hay desdicha,
¡y de ti no seré esclavo yo jamás!.
AUTOR: ALBERTO ANGEL PEDRO.
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