Vivo la vida de otro,
la mía ya no la quiero;
mi corazón está roto,
averiado mi cerebro.
Mi llanto es una lluvia ácida
que abre agujeros en el suelo,
por eso guardo mis lágrimas
en un frasco de veneno.
La oscura tristeza navega
por la sangre de mis venas
y esa pena es la que riega
mis marchitas rosas negras.
El alma hecha jirones
la llevo cosida a mano,
tan llena de costurones,
que parece un muñeco de trapo.