Yo no juego con afectos cuando me reciben con los brazos abiertos,
ni tampoco deseo herir a nadie cuando confieso lo que es cierto;
soy directo con límites de respeto, no un cobarde ni embustero
que vive mencionando el nombre de Dios considerándose sincero.
Mis labios no me permiten mencionar a Dios, me prohíben hacerlo,
rápido la culpa y la razón me invaden si es que trato de ofenderlo.
Odio estar en disputa con Dios, odio equivocarme al redactar
y odio actuar como un miserable que no sabe cómo empezar.
Siento culpa por todo, hablo con Dios, después quedo en la nada,
¿Dónde estás Dios? Estás distante, me has alejado tu mirada.
Si eres sabio, justo y tienes poder; sobretodo tienes un nombre
¿Por qué no castigas a quienes dicen llamarse nuevos hombres?
No soy quién para decirte que debes hacer, no lo soportaría,
soy pecador y lamento pedir por quienes disfrutan tu compañía.
Hombres que recorren el mundo mencionándote sin corazón
van construyendo templos de amistad gracias a tu mención.
Los escucho, los observo y guardo mi comentario por devoción,
no respondiendo con ofensas, sino pidiendo por ellos en oración;
lo que deberían hacer ellos, lo hago yo sin ser un creyente
haciendo que sus pecados disminuyan así sean indiferentes.
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