Las noches siguen siendo utopías, las palabras son raíces que se aferran al rencor.
Las viejas y delgadas ramas de nuestro árbol sagrado, se extienden ascendentes al olvido. En vez de dar oxígeno, damos veneno, nos autodestruimos día a día.
Nos asfixiamos en el abismo de la desconfianza, somos titeres de la asechante ironía.
Somos presas de terceros, viles y siniestros que nos inducen en una vorágine de ira.
Sordomudos son nuestros corazones, que yacieron bajo sombras de mentira. Un invierno ha llegado a nuestras vidas, la sequía amenaza con quebrantar. Ese suelo que sembramos aquel día, para ver el futuro germinar. Si dejamos secar el sentimiento, morirá el deseo del ayer. Y los fantasmas se llevaran todos los sueños, los que quisimos y queríamos tener.