Trago gritos,
bebo amargura.
Por mi pecho escurren carmesís cadenas
que huelen rojizas y finitas,
me atan, fuertemente
apresurando la condena.
Consumo el fragante sabor de mi fe.
Fusilo penas y con ellas estantes
donde fui adorado para luego ser desechado.
Y me seducía el volar,
porque no podía volar.
Y me cautivaba el soñar,
porque no aguantaba respirar.
No cambié,
no emigré...
Enterrándome me hallé y no transmuté
como agua en vino, sino como mar en desierto.
Grano de arena,
que busca ser cristal.
Grano de arena,
que busca el mar.
Estrella a punto
de estallar sin
dar más fulgor
a su derredor.
Vacío, indeleble vacío.
Trago gritos,
bebo amargura.
Ya no hay más cadenas y así me dirijo
al agujero negro de las ruinas de mi
recóndito interior...