Apreciada Maribel, no es que pretenda que cambie usted de parecer; sólo intento que vea la diferencia entre oro y oropel, pero tal vez su indiferencia cruel, guiará su vida sin girar el timonel… Pero no importa, aún así le envío este papel.
¿Recuerda aquella carta, que hizo con dulzura de miel? Sí, esa misma, la que le envió a su amado Rafael, no sé si sabrá lo que hizo él, si no lo sabes, se lo contaré… Arrugó y botó el mensaje aquel, que con un cargamento de ilusión a granel, le dio usted emocionada demostrando su querer.
Pues quiero que sepa que yo la encontré, la leí varias veces y después la guardé, cómo prueba de que hay cosas que salen al revés, así de sencillo como lo ve, cosas que pasan en un dos por tres, y que a veces nos arrinconan en un ¡ No puede ser!
Sí, apreciada Maribel, yo para mal o para bien, ese controvertido papel, aún lo tengo en mi poder. Y está a la orden por si lo quiere re-leer… No crea que quiero darle vueltas como un carrusel, ni que quiera publicarlo en algún cartel, sólo quiero que sepa y se lo hago saber, que ya su apreciada carta no la tiene Rafael, y que por no tener el cuidado leer y romper, llegó a manos mías sin llegarlo a pretender.
Dirá que soy irónico y cruel, peligroso como mordida de cascabel, porque mi carta no sea de flores un vergel, pero no tengo culpa que su amor tan fiel, no haya sido correspondido por hombre aquél, y que mis letras la pinchen como un alfiler.
Tal vez si mi carta llega a leer, haga usted lo mismo que hizo Rafael, y alguien la encuentre sin querer, y entonces me escriba, como le escribo a usted, y me indique a mí, su parecer; pero como somos soldados de distinto cuartel, yo estaré esperando a ese impredecible ser, ese que consiga arrugado este papel, para darle las gracias sin saber porqué.
Me despido de usted, señorita Maribel, mi pensamiento corre como un corcel de imaginar lo que hará con mi papel, y aunque no estamos al mismo nivel, espero lo disfrute a todo coctel.
Atentamente
El que tiene la carta que le envió a Rafael.