Solía correr sobre una calle
descuidada, copiosa de hoyos
como vemos en el reflejo
de la luna, era mi luna, afirmo,
mi patio de juegos, confirmo.
Envejecimos juntos.
Canté mis pensamientos
entre adoloridos amigos,
viejos conocidos y ahora solo,
son sombras del otro lado
de la superficie lunar.
La vida pasa entre bostezos
y miradas nerviosas.
Nuestras botellas se añejan,
pero el dulce vino que beben
los demás se pone cada vez mejor.
Sí, solía correr sobre una calle
que retrataba a un faro inmortal.
Frecuentaba mancharme con
barro los zapatos y medias.
Río ahora, sí,
una curva se dibuja en mi
tenso semblante, porque fueron
escalones que me añejaron
para convertirme en hombre y
conquistar la luna.