Cierro mis ojos y puedo ver,
Cada forma, cada color, matiz y tonalidad
De los cerros que me vieron crecer
Cierro mis ojos y puedo sentir,
El aire delgado de la cordillera,
La brisa fría, que golpea mi rostro y
El aroma de tus calles solitarias.
Cierro mis ojos y escucho,
El rugir de la fundición, el pito de las 11:30,
Las campanas de la iglesia que nos llama a la misa del sábado
Cierro mis ojos y recorro tus calles desiertas,
Con lentitud paso mi vista por las casas solitarias,
Los pinos verdes de antaño, la calle polvorienta.
Recorriendo las calles vuelvo a caminar
por poblaciones ahora silenciosas.
Los Leones, el Dublé, el Chileno, el Central, el Norte Alto,
La Pueblo Hundido o Norte Bajo y el Americano.
Mis ojos llorosos miran el horizonte, hacia la costa lejana
Y como una ventana entre los cerros veo el rojo atardecer entre nubes
Que se encienden como fuego, y lentamente se va extinguiendo
Para dar paso a la noche fría.
Miro el escorial que ilumina la noche por un momento
Con su rio de fuego y la fundición que no para de fundir el rojo metal
Y de sus chimeneas salen dos columnas de humo blanco
Que como si fueran pañuelos al viento me despiden
De esta visita que mi mente hace cada noche.