Ayer encontré una moneda
abandonada en la calle
y sin pensarlo siquiera
a mi casa me la traje.
Con alegría he comprendido
y eso ocultarlo no puedo
que como la he conseguido
ahora yo soy el dueño.
Solo a mi Dios le pido
de una manera sensata
que él que la haya perdido
no le haga tanta falta.
Alejandro J. Díaz Valero