¡Oh Señor! por tu grandeza
infinita veo tu presencia
en todo lo que me rodea,
te veo en el color de las flores,
en la sonrisa de la mujer,
en la alegría de los niños,
en la sabiduría de los ancianos,
y en mí interior te siento
como conductor de este vehículo,
como el que da la libertad,
el que otorga el libre albedrío,
así te veo Señor,
en tu grandeza infinita,
más allá de mi inteligencia,
más allá de mis sueños,
y de mis anhelos.
Así te siento, Señor.