El frío intenso de la oscuridad es tierno
como esas flores que llegan de lejos,
las sombras intensas me aclaman
como queriendo llevarme al infierno,
yo busco libros oscuros y viejos,
grito al viento palabras extrañas,
los espíritus moribundos se asoman
con sus miradas de tristes luceros
que se ocultan detrás de la ventana.
Ayer, en las calles del mercado de carnes,
reconocí a uno de esos rostros,
sus ojos estaban grises, pálidos
como el deseo de un recuerdo perdido
se arrastraba cargado de sarnas amarillas,
se escondía en la metáfora del perro,
yo le llamé por su nombre, trato de huir,
luego, moviendo la cola, besó mi mano,
¡Claro, era uno de ellos!
Todos los seres alados se esconden.
Cuando llego a mi casa, apago las luces,
puedo escuchar los pasos azules,
son ellos, que como insectos
pretenden invadir mi mundo,
ya los conozco, puedo hablar con ellos,
les dejo agua, comida, ropa sucia,
son felices conmigo, están aquí,
si estuvieran en este universo,
con ese olor tan de ellos,
con miles de pequeñas alas,
con cientos de paticas en la almohada,
estarían contento...
No puedo dormir, tengo miedo,
cuando cierro los ojos,
suben a mi cara,
cubren todo mi cuerpo,
he perdido peso,
me están comiendo.