No ha valido la pena vivir mis años,
porque fueron mal vividos,
hasta ese precioso momento
cuando recibí a Cristo,
más aún le doy gracias
porque me permitió vivirlos,
porque de todo eso he aprendido,
que nada tiene sentido,
si no les has conocido,
y desde ese momento en adelante
mi vida dio un inmenso giro,
y hoy todo lo que quiero,
es llegar a la vejez,
tomada de su mano y en sus caminos,
darle toda mi energía y mi juventud,
hasta que mi cabello
de canas haya emblanquecido…
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©2012 Marcela Murillo
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