Epitafio
\"Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.
¡Digo que el hombre debe serlo!
(Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.)\" J GELMAN
La poesía era para mí una tontería más de esas que complementan la ociosidad.
Josefa, la del aliento a veinte cigarrillos, por la mañana repetía, incesante, el nombre y obra de Quevedo;
Yo, como cualquier estudiante vivaz,
por no decir desordenado, relacionaba ese tufo a lo aburrido de sus poemas.
¡Y cómo no iba a repeler la poesía! si , además,
aquella española de seseos incontenibles, me forzaba a leer un tal Quijote, de palabras viejas,
y a otro tal Aquiles, enfermo de un talón; invocado por un no menos aburrido Homero.
La vida transcurrió sin novedad: yo con el inconsciente lleno de arcaísmos, y la conciencia en los excesos.
Más años de los que quisiera mencionar, pasaron sobre mi rostro y mis deslices,
hasta que llegó el día, (seguro fue en otoño) en que conocí la poesía del maestro Gelman.
Algo se me rompió dentro: los los Homeros, los Quevedos, los Cervantes, dejaron de cuchichearme
palabras caducas ,de estructuras métricas y rimas que me insolaban, que venían a mí
como bichos en cocina de mercado;
Algo rompió el genio del maestro, algo tan grande que descubrió en mí aquel gusto que Josefa profesaba:
arrinconado en el muro que hice con piedras de Ilion contra la poesía.
Su vida, su obra, inspiraron mi deseo de decir eso:
que era un joven vivaz- por no decir desordenado- que hoy ama la poesía
como Josefa amaba a Quevedo.
Gracias Maestro