Todo el mundo conoce mi secreto,
aunque yo nunca a nadie he revelado,
aquello que en el alma me ha explotado,
y que hoy me ha colocado en este aprieto.
Ya todos adivinan el objeto,
que puede mantenerme atribulado,
e intuyen porque estoy enajenado,
y a todos sus caprichos me someto.
¿Será porque me enciendo si te miro,
y me tiemblan los labios al nombrarte?
¿Porque brillan mis ojos al pensarte,
y tu aliento perfuma mis suspiros?
¿O tal vez, porque el aire que respiro,
se incendia de la fiebre de adorarte?