Tú eres mi Señor y mi Dios,
luz del universo,
maravilla es el rocío
que cae sobre el alma.
Gracias a ti, oh Dios,
por enredar en los cabellos de la noche
la esperanza del alba.
Gracias por el collar de aspiraciones
ensartadas en el sabor
de cada lágrima.
Permíteme, en este instante,
bendecir la vida
sin reprochar el destino de la mariposa
caída sobre el limo,
sin culpar de la desgracia
la ponzoña insensible de salvajes ofidios.
Concilia en mi deseo
los bandos enemigos
y danos la paz
que habita entre gorjeos de aves
y sonrisas de niños.
Efraín Gutiérrez Zambrano