La frontera que divide el sentir y el vivir, es muy ancha. De un lado están nuestros sentimientos, nuestra vivencia de emociones, lo que regalamos, sin pedir nada, lo hacemos porque somos así y tenemos necesidad de querer a los demás, ayudar, dar las manos, a quien está pasando mal. Amar sin condiciones, sin pecado, sin lastimar a terceros, de tener la consciencia limpia, de vivir en harmonía con la humanidad.
Al otro lado, está el día a día, rebuscando en basura de vanidad, riqueza, poder, intentar ser más que todos. Aplastar sin piedad, sea familia, amigos ó desconocidos.
Lo que importa, es tener un grande coche, una casa para que la admiren, armarios llenos de ropa, de marca, reloj que se vea a metros de distancia, educar mal sus hijos, haciéndolos prepotentes, vanidosos, que su móvil sea el mejor y más caro y que en su bolsillo nunca falte dinero. La cabeza fue olvidada, vacía, sin humildad, sin temor a nadie, sin responsabilidad.
¿Será que la frontera es tan ancha como lo pensaba? Ó será simplemente un trazo que se pasa sin darnos cuenta?
Sé que mi lado fue el bueno, é educado mí hija y mi nieta enseñado valores, que hoy son tan raros que valen más que el oro.
Nunca nadie del lado adonde viví me ha apuntado el dedo, acusándome de algo que no debía haber hecho.
Pero del otro lado ya, con su rabia, su odio y su pensamiento lleno de maldad. Los perdono, son unos tristes, sin abrigo, sin nadie que los resguarde en el corazon. Deseo que un día, pasen la frontera y vengan para este lado.
carminha Nieves