Sabes,
hay alguien que navega sobre el cielo diseccionado
abrigado por un suspiro artificial que le acerca
un poquito más a la comisura de las sospechas;
desde allí dicen que puede delatar a un astro.
Mientras, no dejo de apretarme los dientes,
no es fácil escapar de las costumbres de los idiotas,
o no tan idiotas.
Y pienso en esto, en aquello, en si algún día las auroras
me harán hablar como aquel trashumante doblado
o en si veré de nuevo la humildad de los lirios
en uno de esos momentos simétricamente terribles.
Pienso en mi casa, y en la casa que hay en mi casa,
en la gente que la habita y en la gente que entra en gente
que desgarra nombres, los remienda en su piel desinflada
y muerde, sigue mordiendo,
bostezando el rumor de las cosas mas bellas de este lugar
que un astro contempla.