Me vi sentada
al borde mismo
de la vida,
la indecisión temblándome en la piel.
Descalza de ilusiones
peinaba sinsabores
y desvelos;
mas el amaranto de los ojos
se negaba al holocausto.
Robé al cielo su arco iris
y tejí las trenzas de mi pecho
para renacer en ascuas
de mi propio vientre.