Ansioso de que vinieras
estuve esperando un rato;
mis ojos tenían la alegría,
y esa banca sin tí
estaba un poco vacía.
Un momento después
me pregunté
si tenías memoria para
recordar nuestra cita.
Acompañado de las horas
y de los pasos transeúntes,
el parque me entregó la tarde
mientras despertaba la noche.
Luego de esperarte una vida
empecé a llorar por tí,
por la banca solitaria,
por el parque desolado,
por el triste sueño
de un enamorado.