Si la vida me impone sus desmanes,
me rehúso a sumirme en la tristeza.
Aunque el día me traiga mil afanes,
no permito que oscurezca mi cabeza.
Si la niebla me envuelve en despertares,
me apresuro a encender mi luz interna.
No me empeño en vivir viendo lunares,
lamentando la desdicha de una pena.
En días, cuando el dolor viene a buscarme,
le sonrío y hasta lo siento en la mesa.
El al ver, que no logra intimidarme,
se despide y por la puerta se regresa.
Si algún cruel desamor llega a tocarme,
su presencia no desgasta mi existencia.
Gentilmente, le agradezco el visitarme,
acortando el tiempo de su permanencia.
Aunque a veces por mi rostro rueda el llanto,
en su humedad prefiero encontrar deleite.
Manantial reparador de mi quebranto,
sanador natural, de mi alma y mente.
Cuando intenta abrazarme el desencanto,
no rehúyo o promuevo un desencuentro.
La esperanza viene a mí, cual vivaz canto,
matizando de alegría, aquel encuentro
Soy feliz porque así lo he decretado,
pues no quiero vivir en sufrimiento.
Disfruto de cuanto se me ha brindado,
sin tristeza, a mis anchas, sin lamento.
Soy feliz resguardando, lo pasado,
acunando la alegría de un momento.
Soy feliz con lo que se me ha dotado,
alma, vida, corazón y pensamiento…