gatoconbotas_58

Soy un idiota (serie cuentos cortos)

 

José era un habitante mas, uno de tantos como tantos. Él trabajaba para vivir solo, había dejado miles de sueños escondidos en su adolescencia para ser lo que era, él cumplía con todos los horarios, se consideraba un tipo puntual y para ello como para tantas cosas estaba entrenado, habían pasado ya 4 años desde que por una discusión, banal seguramente, con su padre, hizo que tomara esta decisión, el solía nombrarla como “la determinación del ser independiente” y esa independencia le permitía ciertos lujos: un buen celular, de los más caros, una tv led hd, una pc con una buena placa de video para poder jugar a los juegos de última generación, y no mucho mas que eso…él no tenía grandes vicios, o suponía no tenerlos, bebía lo normal y fuera de los horarios de trabajo y fumaba no más de 5 cigarrillos por día, había decidido que esa era una cantidad suficiente y nunca por la mañana. Estudiaba, si estudiaba psicología porque jamás un empleado de comercio podría llegar a ser algo sin un estudio superior, claro en esos días estudiar y trabajar era algo complejo y siempre lo primero dependía exclusivamente de lo segundo, sin dinero todo ese castillo de naipes que tanto esfuerzo le había costado levantar se derrumbaría por completo y no se perdonaría jamás tener que volver a la casa paterna con la derrota entre sus manos, por esas cosas él había logrado algunos avances o superación según sus últimas materias rendidas, por ejemplo conservaba una mirada penetrante que en ciertas ocasiones la transformaba en interesante, seguramente cuando hablaba con alguna chica a la que consideraba una posible buena compañía, pensaba que con inteligencia podría conquistarla, enamorarla o mínimamente llevarla a la cama, entonces a la noche ponía todo su empeño en entrenarse para tales fines lo que hacía que perdiera un tiempo precioso y su carrera yacía algo estancada. Otra meta superada era caminar con cierta elegancia, como decía su antiguo profesor de gimnasia de la primaria, el pié debía comportarse como un secante de los antiguos, taco/secante/punta, consideraba esto tan importante como el diálogo y terminaba así caminando de una manera ciertamente afeminada ya que ese movimiento hacía que sus caderas se contornearan de una forma casi sexy, lo cual no era del todo malo ya que una gran cantidad de señoritas eran atraídas por este juego involuntariamente “lésbico”…cada noche José se acostaba meditando cada punto de su floreciente vida, jamás fumaría en la cama por ello cada noche cuando terminaba de cenar su carne magra y lechuguita (así solía llamarla él) salía al balcón del 10º piso donde vivía a fumarse ese tan ansiado cigarrillo que hacía horas contenía, luego se cepillaba los dientes para que su “pequeño” desliz no le dejara amarillenta la dentadura la cual cuidaba algo más que a su cuerpo, una vez transcurrido todos los procedimientos encendía una luz de mesa y se tendía en la cama en una forma tan horizontal que cualquier egipcio hubiera envidiado, casi una mortaja, pero él decía que era una posición altamente relajante llevar los brazos en cruz sobre su pecho…lo cual duraba lo que duraba su vigilia ya que el subconsciente de José no sabía de todas esas normas y preceptos y hacía lo que le venía en gana entonces José una vez dormido giraba y se enroscaba en las sábanas seguramente como consecuencia de sus sueños eróticos con aquellas mujeres a las cuales envolvía día a día con su elocuente y altísima charla. Claro que el subconsciente tampoco era estúpido y de una forma u otra se las arreglaba para que llegado el momento José se encontrara en la misma posición en que había logrado conciliar el sueño. José se sentía muy conforme, había logrado bajar un rington en su celular con la música de Mozart (Réquiem para un sueño) y siempre pero lo que se dice siempre, siempre se despertaba a la misma hora y unos minutos antes en que sonara la alarma con tan terrible melodía con esos violines subiendo y subiendo…abría los ojos, llevaba los brazos a cada costado de su cuerpo ya que los sentía algo adormecidos al permanecer éstos cruzados sobre el pecho un cierto tiempo, buscaba al tanteo su celular y así como había llegado al mismo anulaba la alarma antes que sonara, miraba así como se encontraba acostado por la puerta balcón, su mirada horizontal viajaba por entre las cortinas de pana azul y por un pequeño hueco entre las telas viajaba por encima de la barandilla hasta el cielo profundamente azul como sus cortinas, entonces una noche fijó su vista en una estrella, una pequeña estrella que brillaba infinitamente lejana, pensó en un amor tan lejano como aquella estrella, tomó nuevamente su celular y sabiendo que eran las 5 de la mañana llamó a su padre y le dijo “soy un idiota”.