Cuando nuestros padres del mundo se van,
la esperanza nuestra con ellos se muere,
la desdicha aciaga con creces nos hiere
…¡el lloró incesante comienza a brotar!
La amargura, en nuestro espíritu, amplia crece,
por la angustia que en nosotros triste emana,
en el alma sólo el llanto infiel florece
…¡y hay heridas que en nosotros nunca sanan!
¡Con qué pena se dilatan nuestros días!,
¡su recuerdo en la memoria siempre vaga!,
no hay remedio que nos cure al fin la llaga,
ni placer que nos devuelva la alegría.
Las memorias del pasado nos persiguen,
pues sabemos que sus cuerpos muertos yacen,
que las flores de sus restos breves nacen
y en nosotros sus caricias siempre viven.
¿Qué tesoro de este mundo se compara,
a la dicha inigualable del cariño
que nos dieron cuando fuimos unos niños?.
su ternura fue una luz que siempre ampara
¡y sus besos fueron blancos, mas que armiño!.
Yo les pido, que a los padres, hoy den besos,
mientras vivan, les obsequien una rosa;
no cuando ellos, sepultados en la fosa,
se conviertan, tristemente, sólo en huesos.
Mientras tengas en la vida su presencia
y el abrigo de sus brazos te circunde,
da a tus padres lo mejor de tu existencia,
¡sé tú el sol que sus tinieblas las alumbre!.
Dales hoy tu protección con gran firmeza,
la infinita calidez de tu dulzura,
pues tu vida llenaráse de tristeza,
cuando muertos, ya no tengas su ternura.
No deseches de ninguno sus consejos,
pues con ellos, la razón se hará tu hermana;
no desprecies a tu padre que está viejo,
ni a tu madre cuando fuere ya una anciana.
Cuando nuestros padres del mundo se alejan,
añoranzas mustias en nosotros dejan,
los recuerdos tristes nos hacen llorar.
En el llanto con tristeza nos ahogamos,
sus caricias con angustia las deseamos
…¡anhelando nuestras penas olvidar !.
AUTOR: ALBERTO ANGEL PEDRO.
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